Diario de viaje a Indonesia: 3 días en la selva de Borneo

Los 3 días en la selva de Borneo que pasamos viviendo en un klotok los recordamos como unos de los más increíbles de nuestra vida. Rodeados de naturaleza, remontando el río Seyoker a bordo de un klotok, avistando aves, monos, cocodrilos y lo mejor de todo, viendo orangutanes en libertad.

La sensación de estar en medio de la nada, en contacto directo con la naturaleza, es algo que hay que experimentar una vez en la vida. Esta es la historia de nuestra experiencia pasando 3 días en la selva de Borneo.

Viaje a la selva de Borneo: nuestra experiencia

Día 1. Primer contacto con Borneo

Llegamos a Jakarta después de volar desde Barcelona a Doha, estar 7h en el aeropuerto y otras tantas más sobrevolando el Océano Índico. Habíamos leído que los vuelos a Pangkalan Bun, nuestro próximo destino en la isla de Borneo, solían retrasarse. Y obviamente fue nuestro caso. No habíamos dormido apenas nada en las últimas 48h y estábamos deseando llegar a nuestro destino, la selva de Borneo, donde íbamos a pasar los siguientes 3 días remontando el río Seyoker y parando en distintos campamentos de orangutanes para poder cumplir un sueño: verlos en libertad.

Después de mucho preguntar, y ver «delayed» en numerosas ocasiones, nuestro vuelo con la compañía Trigana Air había llegado. Era la hora de embarcar. Ahora sí, empezaba la aventura.

15.00h

Al llegar al aeropuerto de Pangkalan Bun nos esperaba Monchos, el que sería nuestro guía durante los mejores tres días de nuestras vidas, y el máximo responsable de que todo fuera tan maravilloso. Nos recibió fumando un cigarrillo. Nos ofreció uno y aceptamos. Nunca habíamos probado un tabaco tan suave y mentolado a la vez. Nos contó que había empezado a fumar a los 8 años, y al ver nuestra cara de asombro matizó que ahí todos fumaban desde muy pequeños. Eso para ellos era lo normal.

Después de un trayecto de algo más de 10 minutos en coche llegamos al puerto, la entrada al Parque Nacional de Tanjung Puting, donde estaban amarrados todos los klotoks, nuestras casas flotantes durante los siguientes 3 días. Monchos nos guió hasta la nuestra, dejamos las mochilas y prácticamente a los 5 minutos de arrancar, nos dormimos durante media hora.

Nos despertó Monchos, diciéndonos que había monos narigudos en los árboles por los que estábamos pasando. Saltamos de golpe del colchón, cogimos la cámara y empezamos a disparar como locos. Estaban muy arriba, pero podían verse claramente. Nos emocionamos. Era la primera vez que veíamos primates en libertad, saltando, jugando a tirarse al agua… Y esa sensación se multiplicaría por mil con los orangutanes al día siguiente.

Día 2. Pondok Tanggu y campamento Leakey

09.00h

Habíamos dormido realmente bien. Parece mentira que se pueda dormir tan bien encima de un colchón en un barco de madera, y con una mosquitera rodeándote, pero sí. Mejor que en un 5 estrellas. Nos levantamos con el desayuno en la mesa, buenísimo, como la cena de ayer. La mejor comida de nuestro viaje sin duda fue durante estos tres días en la selva de Borneo. Ese día tocaba ir a dos campamentos y a un centro de investigación y rehabilitación de orangutanes.

Y el klotok arrancó. Y nosotros desayunamos acompañados del sonido de los pájaros, la brisa al rozar contra las plantas y los monos narigudos y gibones jugueteando en las copas de los árboles. La sensación que te producen estas experiencias nosotros lo llamamos felicidad en estado puro.
Poco después de lo que podían haber sido 10 minutos o dos horas (así de relajados estábamos), llegamos a Pondok Tangguy, la primera parada. Nos adentramos en la selva y esperamos. Poco a poco empezamos a ver como las ramas de los árboles se movían y, al fin, apareció un orangután.

Era tímido, o al menos le costaba acercarse. Y cuando lo hizo lo entendimos todo: venía con su cría. Un precioso y pequeño orangután colgaba de sus brazos. Poco a poco fue cogiendo confianza y se sentó a comer plátanos. Estábamos todos en silencio sepulcral observando como el orangután y su cría se daban un festín.

No podía creer que estuviéramos presenciando orangutanes en libertad. ¡Guau! No podría decir cuánto tiempo estuvimos ahí, en la selva, escuchando sus sonidos y observando a los animales que habitan en ella, pero para mí fue un instante, un instante mágico que se quedará guardado en nuestros corazones para siempre.

13.00h

Los orangutanes empezaban a irse y tocaba poner rumbo hacia el Campamento Leakey para verlos por última vez. Al llegar al embarcadero, había revuelo. Los guías se decían algo entre ellos en malasio y lo único que llegábamos a entender era «Monchos», el nombre de nuestro guía. Al cabo de unos minutos llegamos a nuestro klotok y nos encontramos a un orangután rebuscando entre nuestra comida. ¡Quería darse un atracón! Monchos, con cuidado, fue acercándose a él y el orangután huyó, eso sí, con una bolsa de patatas en una mano y el bote de leche condensada en la otra. Subió hasta la copa de un árbol y desde ahí disfrutó de su vermut particular, mirándonos con una sonrisa de oreja a oreja 😉

Nos relajamos un rato escuchando el sonido del río, vimos algún cocodrilo y muchos más monos narigudos y gibones, junto con aves. Monchos nos hizo dos anillos, uno para Sergi y otro para mí, con una planta que había cogido por la mañana y nos dijo que eran anillos para entrelazar nuestras almas para siempre. ¿Bonito, verdad?

Había llegado el momento de nuestro último encuentro con orangutanes en libertad, nos dirigíamos hacia el Campamento Leakey, centro de investigación y rehabilitación de orangutanes. Antes de ver a ninguno de ellos de nuevo, entras en una especie de «museo» donde puedes ver la historia del centro de rehabilitación, todos los orangutanes que tienen localizados y han atendido y puesto en libertad de nuevo, y mucha información más al respecto.

14.00h

Era el momento de alimentar a los orangutanes, así que junto con Monchos, que estaba siempre pendiente de nosotros, fuimos a su encuentro. Teníamos muchas ganas de ver al macho alfa, pero nos habían dicho que no siempre aparecía.

Pero apareció. Cuando llevábamos varios minutos observando a algunos orangutanes, apareció. Enorme e imponente, con su papada dura y prominente a la vista de todo el mundo, dejando claro quién tenía el poder. Todos los demás orangutanes dejaron de comer hasta que el macho alfa no empezó, tienen muy interiorizada la jerarquía.

De pronto, uno de los orangutanes bajó de la plataforma y vino hacia nosotros. Especialmente hacia mí, que estaba en primera fila capturando todos esos momentos preciosos. Se me quedó mirando a los ojos un momento y yo la miré a ella. Se me pusieron los pelos de punta y cada vez que lo recuerdo, los ojos se me llenan de lágrimas de emoción. Puede sonar exagerado, pero para mí fue un momento muy intenso y lo recordaré toda la vida. Las experiencias con animales, siempre haciendo turismo responsable, son únicas.

Fue un contacto tan íntimo y cercano que no podría describirlo con palabras. Duró un segundo, pero fue espectacular. Estuvo un rato mordisqueando la raíz y mirando con cara de curiosidad, hasta que, tanto ella como los demás, se cansaron y poco a poco nos fueron dejando solos en medio de la inmensidad de la selva.

20.00h

Cenamos estupendamente, definitivamente esos tres días fueron lo mejor del viaje gastronómicamente hablando. Cuando acabamos, nos sentamos a disfrutar de una agradable conversación con Monchos donde nos confesó que, si pudiera elegir un lugar en el mundo al que viajar, ese sería Bali. Nos quedamos helados. Pudiendo elegir cualquier lugar del mundo, eligió uno que tenía a 1h hora de avión. Le preguntamos por qué no había ido aún, y nos dijo que el billete era muy caro para él, que tenía que trabajar muchos años para poder pagárselo.

Ahí fue cuando nos dimos cuenta realmente de la pobreza económica de la gente que vive en Borneo. Sin quererlo, nos sentimos un poco mal al pensar en todos los privilegios de los que nosotros disfrutábamos sin, realmente, ser plenamente conscientes. Nos contó historias sobre su niñez, sobre cómo había conseguido el trabajo, y curiosidades de su país. Pero también nos habló sobre un tema del cual teníamos absoluto desconocimiento hasta ese momento, y del que hablaremos en profundidad en otro post, y es la deforestación en la selva de Borneo por culpa del aceite de palma.

Antes de ir a dormir, Monchos le pidió al capitán que moviera el klotok a un punto en concreto, y llegamos a una zona que estaba llena de luciérnagas. Esa noche dormimos bajo la luz de la luna, las estrellas, y miles de luciérnagas que hicieron de esa noche, una noche única.

¿Sin tiempo para leer?

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Día 3. Dirección Yogyakarta

Nos despertaron los pájaros cantando y el sol saliendo entre las hojas de los árboles. Monchos estaba acabando de preparar el desayuno y nosotros teníamos esa doble sensación de tristeza por dejar un lugar tan increíble pero excitación por ir a conocer otro. Borneo, su selva, su gente y sus orangutanes se habían ganado un lugar en nuestro corazón.

Poco después llegamos al embarcadero donde, un par de días antes, habíamos salido en busca de aventuras. Nos parecía todo tan distinto… Es una sensación difícil de explicar. Nos despedimos de la que había sido nuestra familia indonesia los últimos 3 días, no sin sentir pena, y nos dirigimos al aeropuerto de Pangkalan Bun para coger un avión dirección Semarang, en la isla de Java, para luego tomar un taxi hasta Jogjakarta.

En el aeropuerto conocimos a dos parejas de catalanes con los que esperamos las más de 3 horas de retraso de nuestro vuelo, y con los que luego alquilaríamos el taxi de vuelta. Y ahora si, próxima aventura… YOGYAKARTA!

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